lunes, 5 de enero de 2009

El Fin de la Aventura


Entre los libros pendientes de lectura, llevaba un tiempo aguardando su turno Cuento de Navidad de Charles Dickens. Quizá porque es un autor que, aunque me gusta, no llega entusiasmarme – perdón por la herejía, pues a juicio de los críticos literarios se trata de uno de los mejores narradores del siglo XIX -, pues pese a la magistral factura de sus relatos, no me siento atraído con su maniqueo mundo de buenos y malos. Simplista universo de ficción más evidente aún en este relato concebido para un público infantil o juvenil, en el que el autor cree conveniente una moraleja. El edificante mensaje es transmitido al protagonista – un viejo avaro y huraño – por cuatro espectros que se le aparecen sucesivamente y le hacen comprender que la verdadera felicidad no está en la acumulación de cosas materiales y sí en la bondad con nuestros semejantes. Como hipótesis parece bastante lógica y aceptable, por lo que no resulta extraño que haya sido planteada en multitud de manifestaciones de nuestra cultura y nuestro arte. Ahora mismo me viene a la memoria, como ejemplo paradigmático, el cine de Frank Capra y de forma muy especial esa maravilla del séptimo arte que es It’s a wonderful life (1946). Por el contrario, tampoco resulta difícil encontrar quien pone en duda tan radical dualismo en la naturaleza de nuestra especie. Por poner otro ejemplo, recuerdo el hilarante y soberbio Cómo ser buenos (Nick Hornby, 2001).

Quizá sea porque lo veo todo mucho más gris e indefinido, y pienso que todos – o casi todos – somos héroes o villanos dependiendo de nuestras circunstancias, cuando la tesitura de la vida nos obliga a elegir entre una u otra condición. Y, tal vez, en la aceptación de uno mismo comience el camino hacia la felicidad.


Dejando a un lado las disquisiciones metafísicas, también he podido ver The Strange Woman (Edgar G. Ulmer, 1946). Interesante película de un director que se movía lejos de los grandes estudios y las superproducciones de Hollywood, muy habitual del injustamente despreciado cine serie B, y que en este caso logra, con la ayuda de un buen elenco de actores (Hedi Lamarr, George Sanders y Louis Hayward, entre otros), una obra bastante digna.

La protagonista de La extraña mujer me recordaba a la joven que arruina la plácida vida de epicúreo Albinus, en esa novela primeriza de Vladimir Nabokov que lleva el titulazo de Risa en la oscuridad (del autor de origen ruso son mucho más conocidas Fuego pálido, Ada o el ardor, y por supuesto Lolita, pero si podéis encontrarla – si no hay una edición reciente en librerías, probar en cualquier biblioteca pública, en alguna librería de viejo, o en portales de libros antiguos y usados- os la recomiendo encarecidamente, porque es una auténtica joya). Al ver la película, no paraba de pensar en Margot – que así se llamaba la pécora -, poniéndole la cara y el cuerpo de la espléndida Hedy Lamarr, bella entre las más bellas (Gene Tierny, Julie Christie, Sofía Loren, Ashley Judd o Catherine Zeta-Jones por citar actrices que encandilan a la cámara eclipsando a cualquier partener), y en cómo una pasión irracional puede anularnos totalmente, convirtiéndonos en un pelele en manos de cualquier desaprensivo sin escrúpulos.

En fin, terminan la Navidad, los días de asueto, las comidas pantagruélicas y el pequeño superávit de tiempo para poder dedicarlo a las aficiones de cada uno. Vuelven la rutina, los madrugones, los atascos, el trabajo, las prisas… El milagro es encontrar un ratito para poner nuestra atención en un libro, una película…, o lo que le guste a cada uno. Con empeño y buena organización se consigue, pero si aun así tampoco, consolémonos con que ya queda menos para Semana Santa o el verano. Mucho ánimo y felices Reyes.