martes, 17 de noviembre de 2009

¿Igualdad de genero? Antes no, ahora... tampoco

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género es la norma que más recursos de inconstitucionalidad ha recibido en toda la historia de la España democrática. Más de 150 jueces han expuesto sobrados motivos para presentar dichos recursos ante el Tribunal Constitucional. Y todo esto a pesar a ser presentada a bombo y platillo por nuestro feminista presidente de Gobierno.

Las denuncias falsas de maltrato, tanto físico como psicológico, son empleadas por mujeres sin escrúpulos como mecanismo para obtener ventajas de la ruptura del matrimonio, como venganza, y lo que es peor, como instrumento para lograr el distanciamiento de los hijos de los padres. La Ley Integral, además de haber demostrado su escasa eficacia en la lucha contra la violencia de genero (juzgados saturados, multitud de falsas denuncias que impiden investigar seriamente las denuncias reales…), sitúa al hombre en una situación de indefensión ante una denuncia falsa. Por eso, parece que a la Ley Integral podrían exigírsele algunas cosas: igualdad de trato para hombres y mujeres, contundencia ante el maltrato y la misma contundencia ante las denuncias falsas ya que le pueden arruinar la vida a cualquiera.

Para terminar una frase de José Díaz Herrera en su libro El varón castrado: “En el primer año de Ley de Violencia de Género se han detenido a 160.000 hombres sin pruebas y ante sus vecinos. Sin embargo, en nueve de cada diez casos se demuestra judicialmente que es inocente, pero le queda el estigma de maltratador”

sábado, 7 de noviembre de 2009

La soledad de los perdedores

(A Miguel, quien un día decidió saltar y marcharse de su vida)

Hay gente que nace distinta. No sabría decir por qué, aventurar la causa, o dar una razón que resuelva el enigma. Pueden ser niños muy felices, pero habitualmente necesitan de momentos de soledad que, a diferencia de lo que comúnmente son para el resto, no resultan trances tristes, sino ocasiones muy fértiles donde dibujar otros mundos imposibles pero siempre más amables.

Crecen y se van haciendo impermeables, a fuerza de sentirse incomprendidos, incómodos e incluso angustiados por la sensación de que no hablan el mismo idioma que los demás, no sienten de la misma forma, ni tienen intereses o inquietudes parecidas. Sentimientos que se les van clavando hasta llegar al momento crítico en sus vidas, a la encrucijada donde hay únicamente dos caminos. Uno primero, difícil, pero de salutífera aceptación, donde lo que antes era visto como rareza es ahora una muestra de su peculiar genio (benditos friquis). El segundo, tortuoso y desesperante, en el que no existe estación término, tan solo la negación de la inexorable y patente realidad. Es el camino de los perdedores, de aquellos que cansados de la agonía, esperan postrados que la carretera desaparezca en mitad de la nada, o simplemente, intuyendo la ausencia de destino, deciden saltar del vehículo en marcha.