jueves, 26 de febrero de 2009

La huella del pasado


Desde hace un tiempo por motivos de trabajo, pero también por querencia o capricho, me he visto “obligado” a adentrarme más profundamente en la historia medieval española, concretamente en la crónica de la España islámica. Y gracias a la erudición y el rigor de los estudiosos – Julio Valdeón, Rachel Arié, Dozy, Watt, Ladero, Luis Suárez, Sánchez-Albornoz, Serafín Fanjul… - llegar a ser un poco consciente de la importancia de la impronta del Islam en nuestra sociedad.

Resulta difícil teniendo presente la realidad actual de la civilización islámica – en la mayoría de los casos teocracias ancladas en la Edad Media - que ésta alcanzase, entre los siglos VIII y XV, en nuestro país tal sublimidad intelectual y artística. Cuentan los historiadores que los ejércitos cristianos, cuando tomaban las ciudades de Al-Andalus movidos por el espíritu de la Reconquista – que no era sino un trasunto de la Guerra Santa de los musulmanes – admiraban boquiabiertos la belleza de su arquitectura, la elegancia de sus artes decorativas, sus progresos científicos y técnicos, o la delicadeza de su música y su literatura. Tanto es así, que las cortes y alta nobleza de los reinos cristianos adquirieron muchas de las costumbres y usos de Al-Andalus, y era muy común que vistiesen a la moda musulmana, decorasen sus palacios con artesanía morisca, o encargasen edificios civiles, militares y religiosos a alarifes mudéjares. Gracias a la influencia de la civilización islámica española podemos disfrutar en la actualidad de palacios como el Alcázar de Sevilla, templos como la Catedral de Teruel o castillos como el Alcázar de Segovia.

Es cierto que en la sociedad española actual, aunque le pese al tropel de renegados y obtusos, pesa mucho más la tradición judeocristiana, pero no podemos por ello negar la influencia de Al-Andalus, lugar donde la civilización islámica alcanzó sus más altas cotas de virtuosismo. Ejemplos palmarios de aquel extraordinario pasado son la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, la filosofía de Averroes o los poemas de Ibn Hazm o Al-Mutamid.