Esta semana ha sido bastante completita: congreso en Salmanca durante la semana, y boda en Sevilla como colofón a este periplo por tierras de nuestra España.
En esta ocasión aproveché para empacar junto con mudas, algún libro, y la bolsa de aseos -siempre "ligero de equipaje como los hijos de la mar" una camiseta, un pantalon de deporte y una zapatillas. Recordé lo que había disfrutado con la crónica de mi amigo Paco Montoro de su entrenamiento a orillas del Turia, y decidí emularlo modestamente -no por el río ni por el escenario, espectacular, sino por mis limitadas condiciones como atleta- corriendo por las orillas del Tormes. Estaba alojado en el Parador, por lo que sólo tenía que bajar la colina donde se erige este para encontrarme con el puente romano que comunica con el casco histórico de la ciudad.
Tan sólo puede salir a correr un día, el trasnoche y la intensa actividad de las jornadas impidieron repetir la experiencia, pero fue fabuloso. Los cuarenta minutos que duró mi carrera, comenzaron a trote tranquilo hasta alcanzar el puente romano, y dejarlo a un lado, tomando un camino de tierra que discurría sobre un verde parque, donde el ritmo fue volviéndose más vivo animado por la belleza del escenario que tenía a mí derecha: la Catedral Nueva de Salamanca, escoltada por las torres de otros templos. Más tarde, llegué a las pistas deportivas de la Universidad, atrevesándolas con resolución, para ascender por una interminable escalera a un moderno puente que me llevó a los jardines de un complejo hospitalario, desde el que alcancé callejeando, el centro de la ciudad. Las calles de la vieja Salamanca estaban casi desiertas -era muy temprano- y tan sólo cruce mi mirada con gente que iba probablemente a cumplir con sus obligaciones y con los ojos cansados de algún estudiante tras una noche de francachela. Llegué a ritmo vivo a la Plaza Anaya, rodeé la Catedral y bajé hasta el puente romano. Al cruzarlo apreté algo el ritmo para echar el resto en la colina que ascendía hasta mi alojamiento. La temperatura era perfecta, una mañana fresca pero no fría, el cielo estaba limpio de nubes y polución, y la vegetación -es una ciudad llena de parques y jardines- preñada de primavera. Para repetir.
En el viaje de ida tuve la feliz idea de hacer un alto en Plasencia -no conocía esta ciudad extremeña- y disfruté de un paseo por el casco histórico de está bonita y desconocida ciudad con un importante patrimonio histórico artístico (algo descuidado), enclavada en un espacio natural de una belleza impresionante.
A la vuelta, parada obligada, tenía que consultar en Ávila. Intenté -pues no los encontré- localizar unos documentos en el Archivo Militar, situado en la antigua Academia Militar de Intendencia, junto a la Plaza Mayor. He visitado muchas veces Ávila, pero nunca me deja indeferente esta pequeña y recoleta ciudad cargada de historia. Antes de continuar hice un alto en un concurrido bar, para reponer fuerzas con las que afrontar una larga jornada de viaje. Disfruté de una cerveza con una deliciosa tapa de paella (a continuación pedí un plato, pues me supo a poco), y del paisanaje entretenido en animadas conversaciones en torno a vasos de cerveza o vino.
Para el fin de semana, viaje a Sevilla para asistir a una boda. Conozco muy bien la ciudad, y me encanta su primavera, incluso pasada por agua como en esta ocasión. Ocasión excelente para ver a la familia, se casaba un prima, y apreciar el arte barroco del Hospital de la Caridad de Sevilla. Magnífica elección que permite recrearse con su altar, las esculturas de Pedro Roldán o las pinturas de Murillo o Valdés Leal (cuando vivía allí, eran frecuentes mis visitas a su templo para admirar las escatólogicas obras de este artista).
Finalmente, vuelta a la serenidad y seguridad del hogar, tras tantos kilometros, experiencias y recuerdos. Viajar es maravilloso, pues vuelve uno más rico y más lleno, para apreciar lo que uno tiene.
4 comentarios:
Vacuit, salir de viaje por el motivo que fuere e incluir en tu equipaje el par de zapatillas y pantalón corto, nos hace diferente al resto de los mortales. Y si además incluimos un par de buenos libros mejor que mejor.
Espero con ansiedad tu crónica.
Un abrazo
Paco, nunca había las zapatillas y la ropa de deporte en la maleta. A partir de ahora lo hará, por apretada que pueda tener la agenda, siempre se puede encontrar un rato.
En lo de los libros también coincido contigo, para esta ocasión, elegí una novelita de Anthony Burgess (autor también de "La naranja mecánica" de Kubrick)titulada "La vispera de Venus".
Un abrazo
Vacuit este fin de...he visto por enésima vez Ladrón de bicicletas, es una joya que nunca me canso de ver. Humberto D, Los girasoles....¡que grade era de Sica! y como actor un portento en El General de la Rovere esta magnífico.
Saludos
Estoy contigo Paco, también me vienen a la memoria "El limpiabotas", "Matrimonio a la italiana" (espectacular Sofía Loren), o "Estación Termini". Buen cine que nunca pasa de moda. Un abrazo
Publicar un comentario